lunes, 28 de noviembre de 2011

LA CHICHARRA


LILAS AZULES

Veo todo  azul. En el jardín ya no hay rosas que pinchan al cogerlas. Sólo hay lilas. Lilas azules. Muchas lilas y mucho lila.  En este repaso onírico las mascotas vuelan. Ya nadie sale a pasear el perro, ¡Que ordinariez! Ahora las mascotas más populares tienen plumas. No, nadie pasea el perro,  salen a volar con la gaviota. Todo se ve de otra manera. Desde otra perspectiva. Hay felicidad. ¿Crisis? ¿Qué es eso? Se acabó la crisis.  La economía está por los aíres; con las gaviotas. Incluso la prima que tenía con riesgo ha crecido, ha sentado la cabeza;  se ha convertido en  empresaria y beata, y reza todos los días por nosotros. Amén.
Son sensaciones percibidas. Percepciones ¿quizás? subjetivas. Los atardeceres ya no son rojizos. Ahora el cielo siempre es azul.
¿Qué estoy viendo? ¡No me lo puedo creer! Ricos y pobres todos juntos. ¡Ah, claro!, que iluso: “¿No sabes que los ricos necesitan a los pobres para poder disfrutar de su riqueza?”, me dicta al oído mi otro yo. 
Es la vida que es muy poco imaginativa y se repite. Ciclos.   
Es lo que tienen los sueños. O acaso es realidad. No sé. Dudo. Dudo luego existo.
Todo mejorará, sí,  en detrimento nuestro.
Somos más de dos los que pensamos así. 

lunes, 14 de noviembre de 2011

LA CHICHARRA


LA POLÍTICA DIVIDE

“Divide y vencerás”, eso es lo que hacen los políticos. Por eso llevan esta frase hasta sus máximas consecuencias. Y donde más se acentúa esta perversión es en los pueblos. Y digo perversión porque cualquier otro término convencional no explicaría con tanta claridad su cicatero comportamiento.

Desde que la política, perdón, la mala política ha entrado en los pueblos, a través de unos partidos políticos cuyo único objetivo es recolectar votos para sus propios intereses, los vecinos de los pueblos están divididos. Estigmatizados entre ellos mismos por colores o siglas que al final poco o nada va a redundar en su economía. Incluso esta mala política ha desmembrado a familias enteras.

Así es desde que los partidos políticos irrumpieron en la tranquilidad y el sosiego de los pueblos, buscando atropelladamente el voto. Enfrentando a los vecinos con promesas que nunca llegan, promesas que se olvidan al día siguiente de las elecciones.

Profetas agoreros. Embaucadores. Encantadores de serpientes… En cualquier caso, estos traficantes profesionales del engaño, saben que cada voto es fundamental en esa desenfrenada carrera por el poder. Y no dudan en disfrazarse para conseguir su objetivo. Cercados por la erosión de sus palabras, no dejan que pensemos por nuestra cuenta. Y poco les importa que sus mentiras veladas de cierta lógica, formando medias verdades (la peor de las mentiras), los dejen después de un tiempo de incumplidas promesas como meros embusteros. En las próximas elecciones ya se inventaran otra historia para convencernos de sus buenas intenciones.

Somos más de dos los que pensamos así.

Reseña en la Cope de la novela Elvis y el mendigo

martes, 1 de noviembre de 2011

LA CHICHARRA

AUSENCIA DE RECUERDOS

Jose Mª Lebrero Vecino

Leyendo la novela Pan negro de Emili Teixidor donde evoca las emociones, sentimientos, y vivencias de la infancia de un chico, Andrés, el protagonista, se me ha ocurrido una pregunta: ¿Qué recuerdos tendrán de la infancia dentro de cuarenta años los niños que hoy sólo saben divertirse con una consola? ¿Qué juegos recordarán? Porque si no tienen la maquinita a mano dicen que se aburren.

Los veo en las plazas de los pueblos o en los parques de las capitales sentados en un banco mirando para una pantalla sin pestañear, con un movimiento de dedos, eso sí, vertiginoso. No hay más mundo a su alrededor que el que proyecta su pantalla. Obviando el calor del verano, el color del otoño, el frío del invierno, el olor de la primavera. La naturaleza. Supongo que algún día les contarán a sus hijos sus batallitas cibernéticas, porque su única memoria es esa, la que tiene la Nintendo de turno. Ese será todo su bagaje autobiográfico de acontecimientos e impresiones vividas en su infancia. En las esquinas de nuestra memoria aún se reflejan las luces que dan brillo a aquellos juegos de la infancia: el peón, el aro, el escondite, la comba, el castro, las canicas, cuentos al amor de la lumbre…

Ahora se juega de otra forma, yo diría que no se juega, se compite; no juegan, sino que consumen productos. Antes los juegos no se pasaban de moda, ahora no duran, hay que comprar otros nuevos. Todo es virtual. Sin contar con las posibles consecuencias: obesidad, aislamiento, indolencia, conductas anti-sociales…Más que su futuro me preocupa su pasado. Su ausencia de recuerdos.

Somos más de dos los que pensamos así.