viernes, 4 de octubre de 2013

La chicharra



Soy un pecador  



Son las palabras  de un argentino.  Y añade, “esta es la definición más exacta. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador”. Es valiente, rebelde y radical. Lo demuestra en todas sus acciones, sabiendo que la mayoría de los que están a su alrededor no les gusta nada su forma de actuar.
Pide a sus compañeros que dejen de ser tan anacrónicos y rigurosos en algunos asuntos. Él sabe que el futuro es la juventud, y con sus dogmas inquebrantables, no tardando demasiado tiempo, la medía de edad de su comunidad oscilará alrededor de los ochenta años. Y cada vez con menos adeptos.
Se mueve en un ambiente malévolo, misterioso, retrógrado, enigmático; y sus declaraciones caen como bolas de fuego incendiando el rancio ambiente de la beata estancia. “Jamás he sido de derechas”, dice. Es crítico con los suyos por estar obsesionados con el aborto o los matrimonios gays. “¿Quién soy yo para juzgar a los gays”, señala. Sí, es él, el Papa. Quiere que la iglesia cambie, por ejemplo, que aprenda a escuchar, en vez de ir siempre con la condena en la boca. Critica a los eclesiásticos llamándolos “meros funcionarios” o “fríos analistas de laboratorios”. Qué habrán pensado  los presbíteros cuando hayan leído  las palabras del Papa: “No se puede hablar de la pobreza sin experimentarla”.
Si yo fuera el Papa me cuidaría muy bien las espaldas. Hay más de un cuervo sobrevolando el cielo que no  estará dispuesto a que perturben su arcana paz.

Somos más de dos los que pensamos así.