lunes, 3 de septiembre de 2012

La chicharra




Leer (y III)

Vamos a echarle un poco de imaginación a esto de la lectura. ¿Nunca ha oído la llamada de un libro? A partir de ahora cuando entre en ese gran palacio de las letras que es la biblioteca, o en el templo de las palabras, que es cualquier librería, preste mucha atención. Aunque sólo sea como un juego:
¿Nunca ha oído los gritos de los personajes de los libros? Yo sí. Ellos me conocen, saben mis preferencias, pero también saben que no discrimino a nadie, soy un lector sin escrúpulos y todos quieren contarme su historia. Voy caminando por entre las estanterías distraído  y si  de repente miro  para un libro,  no es casualidad, algo  ha llamado mi  atención, son ellos: los personajes de los libros que han decidido salir de los límites de las páginas. Sí, ellos me provocan, me llaman,  necesitan vivir sus historias conmigo.  Con los lectores.  Los libros perderían su energía  y quedarían reducidos a una simple hojarasca inerte si no los leyéramos. Me decido por uno.
Cuando tengo un libro en la mano, siempre sigo el mismo ritual: La portada, contraportada,  las solapillas. Después compruebo  el número de páginas. Leo la primera, paso varias hojas, leo unas líneas… Le doy la vuelta como a un diamante en bruto, sólo queda pulirlo, sólo queda leerlo.  Por fin llega el gran momento. Uno de los momentos más emocionantes, ese instante único que precede a la lectura. “La promesa de la lectura”, decía Italo Calvino.
Descartes dijo: “Pienso luego existo”. Yo digo: “Leo, luego existo”.
Somos más de dos los que pensamos así.

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