miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA CHICHARRA




Él no está triste


“Yo no estoy triste”, éstas son las palabras que le oí decir el otro día a un político de cuyo nombre no quiero acordarme, emulando a la frase  que dijo Ronaldo: “Estoy triste”. Mi perro pachón tampoco está triste, por cierto, tira un aire al susodicho político.
Naturalmente que él, el perro no, el político,  no tiene motivos para estar triste. Desde el trono se ven las cosas de otra manera. Además la culpa de la situación actual la tenemos los ciudadanos de a pie. Al menos nosotros somos los paganinis. ¿Por qué iba él a estar triste? ¡Ah!, y lo que peor le ha parecido a La chicharra, es que todos los correveidiles que estaban a su alrededor  le rieron la gracia, a pesar de que tiene menos gracia que un chiste a medias.
Pero se ríen  porque ellos tampoco están tristes, naturalmente tienen los bolsillos bien saneados. La mayoría de estos correveidiles son politiquillos,  asesores (digo amigotes) de confianza y otros cargos nombrados a dedo. ¿Cómo no se van a reír de las palabras de su amo aunque éste sea un pan sin sal? ¿Qué prueba han tenido que superar éstos  para ejercer ese cargo?
Los políticos en general no tienen motivos para estar tristes, ya lo sabemos, pero que te lo refrieguen en la cara,  es lamentable. Pero como vivimos en una sociedad abotargada, nadie se molesta por nada. Igual que mi perro, dame pan y llámame tonto. A mí todo esto me hace la misma gracia que un tropezón descalzo.
Somos más de dos los que pensamos así.   


lunes, 3 de septiembre de 2012

La chicharra




CAZADORES  DELINCUENTES



                                                                                                                   



La caza es un deporte que genera mucho dinero, especialmente a las administraciones. Los cazadores pagan por cazar porque la caza es, en nuestro caso, de la Junta de Castilla y León. Pero es de ellos sólo para recaudar. Los daños que provocan esos animales deberían de costearlos la administración. En cambio, cuando esos animales se comen la cosecha de los agricultores, o provocan un accidente, la responsabilidad de esos siniestros es de los titulares del coto.
Los cazadores no piden que sea como en Finlandia, que indemnizan al coto de caza en caso de atropello de alguno de los animales, pero tampoco ven lógico que sea el coto el que tenga que hacerse cargo de todos los daños. Incluso tienen que pagar por animales (como por ejemplo el zorro o el jabalí) que no forman parte de lo que se caza en ese coto. ¿Qué culpa tiene  un cazador,  la mayoría de las comarcas son de caza menor, de que cruce la carretera un jabalí?
Además, a veces los cazadores son tratados como delincuentes. Cada nueva temporada van imponiendo normas más severas y la vigilancia es cada año más estricta. La Guardia Civil tiene orden de recorrer los caminos en busca de  cazadores, escopeteros y galgueros, como si éstos estuvieran cometiendo algún delito.  Control sí, pero no acoso.
Dicen desde la Junta que lo hacen para preservar la caza. Una muestra de la inutilidad de estas normas es que cada año la población de liebres, perdices y codornices en Castilla y León  va descendiendo. Pero lo importante es recaudar.
Somos más de dos los que pensamos así. 

La chicharra




Leer (y III)

Vamos a echarle un poco de imaginación a esto de la lectura. ¿Nunca ha oído la llamada de un libro? A partir de ahora cuando entre en ese gran palacio de las letras que es la biblioteca, o en el templo de las palabras, que es cualquier librería, preste mucha atención. Aunque sólo sea como un juego:
¿Nunca ha oído los gritos de los personajes de los libros? Yo sí. Ellos me conocen, saben mis preferencias, pero también saben que no discrimino a nadie, soy un lector sin escrúpulos y todos quieren contarme su historia. Voy caminando por entre las estanterías distraído  y si  de repente miro  para un libro,  no es casualidad, algo  ha llamado mi  atención, son ellos: los personajes de los libros que han decidido salir de los límites de las páginas. Sí, ellos me provocan, me llaman,  necesitan vivir sus historias conmigo.  Con los lectores.  Los libros perderían su energía  y quedarían reducidos a una simple hojarasca inerte si no los leyéramos. Me decido por uno.
Cuando tengo un libro en la mano, siempre sigo el mismo ritual: La portada, contraportada,  las solapillas. Después compruebo  el número de páginas. Leo la primera, paso varias hojas, leo unas líneas… Le doy la vuelta como a un diamante en bruto, sólo queda pulirlo, sólo queda leerlo.  Por fin llega el gran momento. Uno de los momentos más emocionantes, ese instante único que precede a la lectura. “La promesa de la lectura”, decía Italo Calvino.
Descartes dijo: “Pienso luego existo”. Yo digo: “Leo, luego existo”.
Somos más de dos los que pensamos así.